domingo, 9 de febrero de 2014

Día 4: El cementerio de Unha y el reloj y la luna de Arties

El cuarto día también esquiamos, cómo no. Además, pese a las previsiones desfavorables de la semana anterior, hubo buen tiempo. Yo sigo persiguiendo a la luna, que aún no estaba llena... Ésta es la de Arties, un lugar mágico en el que aún se pueden apreciar los daños causados por las inundaciones de la pasada primavera.





Por la mañana la nieve estaba menos dura que el día anterior. El cuarto día es la prueba de slalom para los que reciben clases. El quinto día reciben diplomas y medallas. 

Volvimos a la Bonaigua, esta vez hicimos la pista de La Peulla, una roja que no me agrada demasiado. Volvimos a la zona de Baqueira a recoger a Nacho y esquiar un rato más. Este día nos retiramos pronto porque teníamos pensado comer en Unha. A las 14:30 nos estábamos quitando las botas.
En Unha hay un sitio que se llama "Eth Cerer" al que siempre procuramos ir, para comer o para cenar. La olla aranesa merece la pena probarla. Tienen varios menús a elegir a diferentes precios. El de 14 euros está muy bien, te dan a elegir distintos tipos de pan, el vino que tienen está muy bueno y como siempre en la zona, te ponen una gran jarra de agua en lugar de agua mineral. Cuando como bien no suelo tomar postre, pero en esta ocasión me animé con una crep de chocolate, que por supuesto estaba buenísima.
Después de comer, como hacia buen tiempo, dimos un paseo por el pueblo. Estuvimos haciendo fotos a la iglesia de Santa Eulalia y su cementerio, que tiene una curiosa historia de unos maquis que fueron enterrados allí.
Aún no había anochecido y no nos apetecía volver aún al apartamento, así que nos acercamos a Artíes, que está a pocos kilómetros. Artíes tiene dos iglesias. Primero visitamos la de Sant Joan, que tenía una exposición, por lo visto de esculturas, que yo no llegué a ver porque me entretuve sacando fotos al campanario.
La iglesia de la foto es la de Santa María, (en el enlace pinchando el nombre está toda la información). Ya comenzaba a oscurecer y había salido la luna. Me llamó la atención el reloj y disparé la foto. Me pareció que podía ser la portada de un cuento: "el reloj y la luna". Como se puede ver, eran las seis menos diez de la tarde y la luz inspiraba más para fotografiar la magia de un cuento que para la arquitectura gótica del campanario. 
A la vuelta deberes, jungle speed (me dejaron ganar una vez) y cena para ellos. A mí no me cabía nada más. Procuramos acostarnos pronto para disfrutar descansados de nuestro último día de esquí.





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