martes, 28 de enero de 2014

Día 1: Una negra facilita y rescate en pistas



El primer día de esquí después de un año sin practicar uno no se siente cansado sino torpe. Faltan agilidad y rapidez a la hora de ponerse las botas, gafas y guantes. Cargar con los esquís, bastones y moverse con las botas de esquiar... El cuerpo tiene que ir habituándose a lo que va a hacer en los cinco días siguientes... Si es que no tienes una mala caída.


Como no habíamos podido comprar leche el día anterior, fuimos a desayunar al edificio de al lado. No recuerdo cómo se llamaba, si el nuestro era Bonaigua, éste a lo mejor era Beret. Nos clavaron 18 euros por cuatro cafés y cuatro tostadas.
Subimos en el telecabina a la zona de 1800. El día estaba algo nublado, pero se veía bien. La nieve dura, porque se había congelado la lluvia del día anterior. Cogimos el telesilla Era Cabana, que da a una pista donde se hacen las pruebas de nivel. La duración de las clases es de 3 horas. A las 12:45 debíamos volver a la zona de la escuela de esquí.
Las pistas de esquí, para el que no haya esquiado nunca, se clasifican por colores: verdes, azules, rojas y negras, de menor a mayor dificultad; las verdes son las más fáciles y las negras las más difíciles.
No me suelen gustar las pistas negras; tienen mucha inclinación y por lo general suele haber un camino alternativo más sencillo. La pista de Luis Arias es una excepción, aquella mañana me pregunté bajándola si no se habrían equivocado al catalogarla, más tarde me di cuenta de que quizá no fuera tan fácil como yo pensaba.
Estuvimos esquiando por Beret y luego fuimos a buscar a los chicos. Daniel llegó 20 minutos tarde. Fuimos a comer y esquiamos los cuatro juntos por la Bonaigua, Teníamos las ansias del primer día, cuando aún no hay agujetas.
El tiempo era estupendo. Jesús siempre baja el primero, es el que mejor se orienta y va eligiendo el camino, le sigue muy de cerca Nacho, a la misma velocidad y ritmo, tan de cerca que a veces temo que se tropiecen, después Daniel, a su aire, saltando, tomando caminos alternativos y por último yo, a algo más de distancia, vigilando a todos, controlando la situación o por lo menos, teniendo esa sensación.
Eran más o menos las 3 de la tarde cuando decidimos ir volviendo a casa. Ya empezábamos a notar el cansancio, sobre todo los mayores. La mayoría de los accidentes de esquí ocurren a esta hora.
Bajando por Luis Arias Daniel se cayó y se hizo daño en una rodilla. Saltaron los esquís. Uno de ellos bastante alejado de donde estaba, pero cerca de mí, se lo pude acercar (ventajas de ir la última) y bajó como pudo hasta una intersección con una pista azul. Daniel estaba algo pálido y con bastante dolor en la rodilla derecha, todavía quedaba bastante trecho hasta llegar al telecabina, así que decidimos llamar a emergencias.
Lo siguiente fue: bajada en camilla, médico, radiografía, rodillera y reposo. Se acabó el esquí para Daniel, pero no para nosotros. Quizá le hubiera venido bien para adelantar deberes y estudiar matemáticas... Pero eso ya, es otra historia.






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